"Sentir y gustar..."

"Sentir y gustar de las cosas internamente." (EE, 2) es una invitación que nos hace San Ignacio al comienzo de los EE. Así comenzamos esta entrada en la fiesta de la EPIFANÍA de 2022, para compartir lo que, a lo largo del camino, hemos sentido y gustado, visto y oído, lo que han palpado nuestras manos... Aquello que entra por nuestros sentidos y nos habla de la presencia de Dios.

El Sangrado Corazón de Jesús

Está sangrando el Corazón de Jesús en los corazones sangrantes de los migrantes atrapados en la valla de Melilla. Al menos 37 de ellos murieron en su intento de cruzar la frontera entre Marruecos y España, ante la mirada impasible de unos, los golpes de otros, la indiferencia de muchos y las vergonzosas justificaciones de los poderosos. "Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero llevado al matadero, como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca" (Is 53,7). Fue el viernes 24 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón.

Está golpeado el Cuerpo de Cristo cuando recibe bastonazos, piedras, pelotas de goma, porrazos, patadas y empujones, como el mismo Jesús en los días de su pasión. "Los hombres que lo tenían preso se burlaban de él y le golpeaban" (Lc 22,63). Sufre el Corazón de Jesús cuando recibe desprecio en vez de ayuda. Sufre su Corazón cuando las autoridades, que deberían defender la verdad y la justicia, se convierten en cómplices de la violencia, como cuando Pilato "se lo entregó para que fuera crucificado" (Jn 19,16).

Está asfixiado el Corazón de Jesús, también, en los 50 corazones asfixiados de otros tantos migrantes que aparecieron muertos, el día 28 de junio, dentro de un camión en San Antonio (Texas, Estados Unidos). Eran mexicanos, guatemaltecos, hondureños y de otras nacionalidades. Murieron asfixiados y sin agua. Como Aquel que, en la cruz, gritó "tengo sed" (Jn 19,28), antes de exhalar su último suspiro (Jn 19,30).

Está hambriento el Corazón de Jesús en tantísimas personas que, en países como Sudán, sufren los zarpazos de la sequía y de la hambruna. De Sudán procedían la mayoría de las personas que fallecieron en su intento de acceder a Melilla. Hace apenas un mes leíamos que más de 10,9 millones de personas en Sudan sufre de hambruna extrema, cerca del 30 % de su población, una cifra que no se había visto en la última década y que se verá empeorada por los efectos de la guerra de Ucrania, según información de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Un Sudán que ocupa el puesto número 170, de un total de 189, en la lista de países de Naciones Unidas según el Índice de Desarrollo Humano (IDH). El mismo Sudán que ocupa el puesto 186 en la lista del Banco Mundial según su producto interno bruto (PIB) a precios nominales per cápita: 486 dólares, frente a los 27.056 dólares de España. Una diferencia de 55:1, que hace sufrir al Corazón de Cristo.

Está desconcertado el Corazón de Cristo, que nunca hizo acepción de personas en su vida terrena, al ver cómo se trata de distinta manera a las personas, según su procedencia. Mientras Europa abrió sus brazos generosos a los refugiados ucranianos, mostrando así lo que se puede hacer cuando se quiere, esa misma Europa los cierra de manera brutal ante los africanos que intentan acceder a sus fronteras. Y poco importa que, en su gran mayoría, sean potenciales solicitantes de asilo y, por tanto, sujetos a protección internacional. Incluso parece que, si se dice en inglés y en los Estados Unidos, #BlackLivesMatter resuena con más fuerza que "las vidas negras importan", también si vienen del África subsahariana y empobrecida.

Está paralizado el Corazón de Cristo junto a tantos corazones que han quedado paralizados en su intento de cruzar fronteras. El proyecto 'Migrantes Desaparecidos' de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) empezó a funcionar en 2014. Desde entonces, ha documentado, con datos fehacientes, 49.185 personas fallecidas en viajes migratorios inseguros en todo el mundo (otras fuentes de entidades sociales y universidades ofrecen números más elevados). La ruta más mortífera corresponde al Mediterráneo central, con al menos 19.566 personas fallecidas. Del total de las muertes, 20.426 se deben a ahogamiento, 2.622 a causas mixtas o desconocidas, 1.350 a condiciones ambientales extremas, 991 son muertes por violencia directa, 896 debidas a enfermedades, 891 a accidentes en vehículos y 844 son muertes accidentales. Congelado se queda el Cuerpo de Cristo antes esta realidad.

Está en shock el Corazón de Cristo cuando ve cómo muchas de estas personas fallecidas no reciben, ni siquiera, un entierro digno de seres humanos. "En el lugar donde había sido crucificado [Jesús] había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie había sido depositado. [...] Pusieron allí a Jesús" (Jn 19,41-42). Sin embargo, en el caso de los fallecidos en la valla de Melilla, se intenta enterrar a los cadáveres sin esperar a la autopsia, sin identificar a las personas, sin contactar con sus familiares, en fosas anónimas. Y qué decir de quienes, sencillamente, desaparecen en el mar o en el desierto, sin ni siquiera recuperar sus cuerpos. Según los datos de la OIM, los restos de al menos 21.240 personas que perdieron la vida en trayectos migratorios no han sido recuperados.

Esta relación del Sagrado Corazón de Jesús con los corazones ensangrentados de nuestro mundo se fundamenta en lo que dice el apóstol san Pablo: "la realidad es el cuerpo de Cristo" (Col 2,17). Por eso mismo, preguntaba el siempre incisivo san Juan Crisóstomo: "¿Desean honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecien cuando lo contemplen desnudo [...], ni lo honren aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonan en su frío y desnudez". Y es que, "cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada ni nadie está excluido de esa fraternidad. Laudato Sii, n. 92). En un tuit del 28 de junio, escribía el papa Francisco: "He recibido con dolor las noticias de las tragedias de los migrantes en Texas y en Melilla. Oremos juntos por estos hermanos que han muerto mientras perseguían la esperanza de una vida mejor; y para que el Señor nos abra el corazón y estas desgracias no sucedan de nuevo".

Así pues, al acabar este mes del Sagrado Corazón de Jesús, podemos hacer nuestra la oración con la que concluye la encíclica Fratelli Tutti:

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas. Amén.

BAILAR CON EL TIEMPO

Algún día bailarás con el tiempo

Convertirás el ayer en escuela.

Tu equipaje lleva nombres amados,

vistorias, derrotas,

heridas y cicatrices,

aromas familiares,

lugares por los que viajar,

de recuerdo en recuerdo.

La música del pasado es memoria.

Bailarás con el presente,

agenda, prisa, obligaciones, ruido...

a veces con paz y otras inquieto,

algunos días, tu sonrisa tranquila

contagiará a quien te vea.

Otras, tu preocupación se hará

pasado vacilante.

Pero tú baila,

no cejes en el intento.

Ahora es el momento de tomar la vida en serio.

También el futuro te espera

lleno de posibilidades

y caminos por recorrer.

Allí aguardan rostros

que aún no intuyes,

nuevas encrucijadas,

batallas pendientes,

y motivos para la alegría.

La esperanza, esa es su música.

Dios es Señor del tiempo.

Compañero de tu historia.

Pareja en la danza.

Creador de la música de dentro.

Es hora.

Que empiece el baile.


LA CUARESMA, UN CAMINO DE ESPERANZA

Esperaré a que crezca el árbol  y me dé sombra, pero abonaré la espera con mis hojas secas.

Esperaré a que brote el manantial y me dé agua, pero despejaré mi cauce de memorias enlosadas.

Esperaré a que apunte la aurora y me ilumine, pero sacudiré mi noche de postraciones y sudarios.

Esperaré a que llegue lo que no sé y me sorprenda, pero vaciaré mi casa de todo lo enquistado.

Y al abonar el árbol, despejar el cauce, sacudir la noche y vaciar la casa, la tierra y el lamento se abrirán a la esperanza.

Benjamín González  Buelta

16/01/2022

07/01/2022

EPIFANÍA DEL SEÑOR de 2022